Aprende a Distinguir entre Insolación leve, lipotimia y golpe de calor

 

En verano hay más riesgo de padecer estos sintomas, especialmente en algunos grupos de riesgo, como niños, lactantes, embarazadas, deportistas y personas mayores

Las posibles consecuencias de las altas temperaturas pueden ir desde una insolación leve, a una lipotimia, o incluso llegar a una dolencia mucho más grave, como un golpe de calor. Conviene distinguir bien en qué consiste cada una.

La insolación leve se manifiesta por la coloración de la piel, malestar, hipotensión y, a veces, desmayos o lipotimias. Cuando se produce una lipotimia, como explica Francisco Javier García Pérez, «lo habitual es decaimiento, mareo o pérdida de conciencia, incluso hipotensión«. Se trata de una situación de presíncope, un desmayo producido por el calor u otras causas como las enfermedades cardiovasculares. En este caso, como recomienda el doctor García, lo que debemos hacer es sentarnos en un sitio fresco y elevar las piernas. Además, es mejor tomar agua, ya que las bebidas azucaradas aumentan la eliminación de líquidos y el alcohol incrementa la deshidratación.

En el caso de un golpe de calor se trata de una urgencia médica más grave causada por un aumento de la temperatura a más de 40 grados. El doctor Ignacio Sevilla, vocal de atención primaria del Colegio de Médicos de Madrid, asegura que los síntomas son alteraciones de la conciencia, calambres, desmayos y dificultad para hablar. «Pero la situación más grave se produce cuando somos incapaces de sudar y no se puede regular la temperatura -se llama anhidrosis-, y puede afectar a niños menores de 4 años, jóvenes con enfermedades crónicas o ancianos», indica. También puede afectar a deportistas que hacen ejercicio en horas inadecuadas o trabajadores al aire libre.

Para evitar llegar a estas circunstancias lo mejor es prevenir. «Es importante la prevención, las campañas dirigidas a grupos de riesgo, porque reduce la mortalidad en un 50%«, dice Sevilla. Una de estas medidas sería evitar las horas de mayor intensidad de sol y calor, que son entre las 13 y las 18 horas, permanecer en lugares frescos y llevar ropa ligera y de color blanco, gorros y un calzado que transpire.

El cuerpo humano está formado por un 60% de agua, lo que la convierte en su componente principal. Es esencial para que el organismo realice numerosos procesos fisiológicos, desde la digestión a reacciones metabólicas, por lo que es necesario reponerla constantemente.

En verano, además, las necesidades de hidratación aumentan: las altas temperaturas, en algunas zonas incluso con humedad, y la mayor sudoración, a veces asociada al incremento del ejercicio físico y las actividades al aire libre, pueden hacernos perder agua y sufrir deshidratación.

Existen determinados factores, además de las altas temperaturas y la exposición solar excesiva, que favorecen el déficit hídrico como tomar determinados fármacos, como los diuréticos, y algunas enfermedades.

Los grupos con mayor riesgo son los niños, lactantes, mujeres embarazadas, mujeres que están en periodo de lactancia, deportistas y personas mayores. Pero, en la mayoría de los casos, «son personas mayores con un deterioro cognitivo, que no tienen sensación de sed«, aclara Francisco Javier García Pérez, vocal de atención especializada y hospitales del Colegio de Médicos de Madrid.

«Para prevenir, lo más importante es beber de manera regular», indica Rosalía Gozalo, vocal de Dermofarmacia y Productos Sanitarios del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid. «El objetivo principal es que no se debe esperar a tener sed para beber. Los valores de referencia dietéticos europeos de agua total (alimentos y líquidos) son de 2,0 litros para las mujeres desde los 14 años y 2,5 litros para los hombres», continúa Gozalo.

Los alimentos que más hidratan

El 80% de la hidratación se obtiene a partir del agua y otras bebidas, y el 20% restante proviene de los alimentos que se ingieren. Por ello, los zumos y refrescos juegan un papel importante, con un contenido en agua cerca del 85%-90%. Aunque «en el caso de los zumos se recomienda que sean naturales y sin añadidos en azúcar«, aclara el doctor Sevilla, que aconseja también «evitar las bebidas alcohólicas, con cafeína o muy azucaradas, ya que secan más».

También las frutas y hortalizas tienen un alto contenido hídrico, como el melón (90%), las uvas (81%), la naranja (87%), las manzanas (84%), el pepino (96%), el tomate (93%), el brécol (91%), la zanahoria (88%) y la lechuga (96%). Así, como recomienda el doctor García, «lo importante es aumentar el consumo de frutas de verano como la sandía, el melón y la uva, así como de verduras y legumbres, ya sea en ensaladas frías o gazpachos ligeros».

Hay otros alimentos que aportan agua. Un ejemplo son los cereales y legumbres cuando se consumen cocidos. Mientras que los pescados como el atún, la sardina, la merluza y el calamar contienen entre un 50% y 70%.

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