Cómo prevenir los trastornos de alimentación durante la adolescencia
Cuando nuestros hijos empiezan a vivir la pubertad es cada vez más complicado controlar sus hábitos alimenticios y es más probable que sufran algún trastorno. Así podemos intentar evitar que eso ocurra.
Debido a que en la adolescencia se producen cambios corporales, es posible que el adolescente no se encuentre a gusto con su nuevo cuerpo.
En estos problemas intervienen factores de tipo biológico/genético, psicológicos y sociales/culturales.
Cuando los niños y niñas son pequeños, los padres y madres controlan y supervisan prácticamente todos los aspectos de su crianza: lo que pasa en el cole, en el tiempo de ocio, lo que comen… Pero con la llegada de la adolescencia, los padres pueden empezar a sentir que ya no tienen control sobre sus hijos, ya que éstos son cada vez más independientes. En esta etapa llena de cambios puede cambiar también la relación que tengan con su cuerpo y la comida. Seguramente todos tengamos una idea de qué son y cómo funcionan los trastornos de la alimentación, pero ¿se puede hacer algo para prevenirlos?
¿Qué aspectos influyen en la relación entre comida, cuerpo y adolescencia?
La autoestima, el concepto que se tenga de uno mismo y de su cuerpo, va a ser clave en todas las etapas de la vida, y en especial en la adolescencia. Con la llegada de la pubertad se producen importantes cambios corporales y biológicos: llegada de la menstruación, crecimiento del pecho y ensanchamiento de las caderas en las chicas, vello y cambio de voz en los chicos… Los adolescentes deberán adaptarse poco a poco a estos cambios, que suelen ser vividos como muy estresantes. Padres y madres pueden ayudarles a que tengan una imagen y percepción de sí mismos lo más integrada y coherente posible: es fundamental que puedan destacar sus cualidades personales y las cosas que hacen, más allá del físico.
Se les debe ayudar a que aprendan a tolerar la frustración y a aceptar las dificultades de la vida. No se trata de repetirles constantemente todo lo que hacen bien y de reforzar y fomentar sus cualidades positivas para que tengan más autoestima: hay que ayudarles también a aceptar e integrar sus dificultades y limitaciones.
Es en la adolescencia cuando, normalmente, tienen lugar las primeras relaciones sexuales. Resulta aquí imprescindible ayudarles a desarrollar y valorar la importancia del autocuidado, el respeto por uno mismo y por su cuerpo, y la capacidad de ser asertivos, esto es, poder expresar sentimientos y deseos (ya sean positivos y negativos) de forma eficaz y teniendo en cuenta los derechos del otro.
Resulta también imprescindible transmitirles la importancia de un estilo de vida saludable y de una alimentación equilibrada. Debido a que en la adolescencia se producen los cambios corporales que antes señalábamos, es posible que el adolescente no se encuentre a gusto con su nuevo cuerpo. Son muchas las chicas que empiezan a hacer dieta “para adelgazar” o los chicos que pasan horas en el gimnasio “para ponerse fuertes». Es fundamental que padres y madres puedan asegurarse de que ambas conductas son supervisadas por profesionales.
Las relaciones sociales cobran especial importancia en la adolescencia. Es fundamental poder transmitir que se debe poder disfrutar de un ocio saludable y de un estilo de vida activo.
Los padres y madres son modelos para los hijos e hijas, en todo, y también en lo que tiene que ver con la aceptación de su propio cuerpo y apariencia física. La forma en la que como personas adultas nos relacionemos con nuestro cuerpo y el que respetemos el físico de los demás se va a transmitir a los hijos.
Respecto a la relación de padres y madres con el adolescente, son muchos los aspectos que cambian y hay que modular en esta etapa. En lo que tiene que ver con la comida y de cara a poder prevenir posibles problemas:
- Es fundamental que se fomente la comunicación en casa. El ritmo de vida de hoy en día (actividades extraescolares y deberes de los adolescentes, horarios laborales de padres y madres…) hace que resulte difícil que haya a diario un espacio de comunicación distendida y que no esté mediado por las prisas u obligaciones. Resulta imprescindible que se pueda hacer al menos una comida al día en familia y que pueda ser un rato agradable para charlar, comentar lo que nos ha pasado ese día y cómo nos hemos sentido. Es importante que la comunicación sea abierta y sincera, independientemente de los logros conseguidos, y que se pueda expresar el afecto tanto física como verbalmente.
- Respetar los espacios y la intimidad. Los padres, acostumbrados a tener en casa a un niño o a una niña que llegaba deseando contarles todo lo que le había pasado en su día, pueden enfrentarse, con la llegada de la adolescencia, a una situación bien diferente, donde el adolescente empieza a “guardarse” cosas, lo que en ocasiones puede disparar las alarmas de los padres. Es imprescindible que se pueda confiar en ellos, respetar que haya cosas que ya no nos cuenten.
- Hay que favorecer su autonomía y ayudarles a crecer para que sean más autónomos e independientes.
- Educar en valores. Esto es, incorporar normas éticas al aprendizaje: Dar más importancia al ser que al poseer, criticar lo superficial del culto a la imagen, resaltar las cualidades personales, enseñar a respetar a los demás aceptando las diferencias y comprendiendo errores…
Sin embargo, a pesar de tener en cuenta todo lo anterior, hay ocasiones donde se desarrollan problemas con la comida.
Señales de alarma que ayudan a reconocer problemas con la comida
Cuando empiezan a aparecer problemas con la comida, la persona que los padece muestra una excesiva preocupación por la imagen corporal o la ganancia de peso. Es posible que comience a hacer deporte de forma compulsiva (no tanto por el disfrute de lo que puede conllevar el deporte si no pensando más en quemar calorías). Puede recurrirse a los vómitos. Es posible que haya una pérdida brusca de peso, acompañada del uso de diuréticos y/o laxantes, se hará dieta, es posible que se retire la menstruación… La persona puede empezar a tener frío todo el tiempo.
Normalmente no querrán comer o cenar en compañía; puede aparecer una tendencia al aislamiento social. No es común que haya fracaso escolar, más bien todo lo contrario: es posible que aumenten las “actividades útiles” y horas de estudio.
Las personas que sufren estos problemas tienen mucha dificultad en reconocer lo que les pasa, por lo que llegados este punto, resulta imprescindible que un especialista (psicólogo/a, psiquiatra) pueda valorar la situación.
No podemos dejar de señalar que estos trastornos son tremendamente complejos y deben entenderse desde un enfoque biopsicosocial, donde intervendrán factores de tipo biológico/genético, psicológicos y sociales/culturales. Es decir, que aunque padres y madres puedan hacer mucho por ayudar a que sus hijos e hijas tengan una buena relación con la comida y su cuerpo, hay otros muchos elementos que facilitan o dificultan que esta relación llegue a ser problemática.
*Sandra Toribio es licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en Psicoterapia Relacional – Ágora Relacional. Especialista en el Test de Rorschach – SERYMP (Sociedad Española de Rorschach y Métodos Proyectivos). Psicoterapeuta de niños, adolescentes y adultos (terapia en español e inglés).
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