Esta familia dejó de comer azúcar un año entero, y esto es lo que pasó

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La familia Schaub estuvo todo un año sin comer alimentos con azúcares añadidos y, aunque al principio el esfuerzo fue grande, ahora se sienten como nunca.

La periodista estadounidense Eve O. Schaub no es médica, ni nutricionista, y ni siquiera se había ocupado especialmente por las cuestiones de salud. Pero un día su marido le enseñó un vídeo de un endocrinólogo pediátrico que hablaba sobre el azúcar, lo que hace en nuestro cuerpo, y lo presente que está en muchos alimentos que no asociamos con ella.

“Durante varios días no pude parar de pensar en ello”, explicó Schaub en una entrevista con The Huffington Post. “Veía azúcar por todas partes y empecé a cuestionarme no sólo la cultura alimenticia de América, sino también la mía propia. ¿Qué estaba dando de comer a mi familia?

Schaub se informó todo lo que pudo sobre el azúcar y se dio cuenta de que la mayor parte de la gente ingiere mucho más de lo que la OMS considera saludable: 25 gramos al día. Esta cifra puede no decirnos nada, pero teniendo en cuenta que una lata de refresco contiene aproximadamente 39 gramos de azúcar, sólo tomaríamos la cantidad diaria recomendada si abandonáramos por completo el consumo estas bebidas, y otras como el zumo o la horchata. Y esto sin contar todo el azúcar presente en los alimentos.

AZUCAR II

La periodista decidió entonces proponer un reto a su marido y sus dos hijos (de 6 y 11 años): ¿por qué no dejamos un año de comer cualquier cosa que tenga azúcares añadidos? “Quería comprobar cómo era de difícil y si era posible hacerlo sin sentirse mal”, explica Schaub. Su marido la apoyó enseguida, sus hijos fueron más reticentes: sabían perfectamente que los cumpleaños, las navidades o las fiestas de Halloween iban a ser muy distintas sin azúcar. Pero aun así aceptaron. Lo que ninguno se imaginaba es lo difícil que iba a resultar librarse de un ingrediente que está presente en muchísimos más alimentos de los que creemos.

 

Un reto muy difícil pero que merece la pena

Las reglas de la aventura en la que se embarcó toda la familia Schaub eran claras: debían rechazar todos los alimentos con endulzantes añadidos, ya fuera azúcar de mesa, miel, melaza, jarabes, agave o jugos de frutas. A no ser que el azúcar estuviera presente en el propio alimento de forma natural (como en las frutas) rechazaban el producto.

Entonces se dieron cuenta de la cantidad de comidas procesadasque llevan azúcar añadido: tortitas, salchichas, caldos, aliños de ensalada, fiambre, crackers, mayonesa, bacón, pan e, incluso, los potitos de los bebés.

Lo cierto es que, como explicaba el informe Planeta Azúcar, elaborado por la ONG VSF Justicia Alimentaria Global, el 75% del azúcar que consumimos está invisibilizado en los alimentos procesados. Para adaptarse al reto Schaub tuvo que hacerse una experta en etiquetados, pero también en cocina: “Empecé a hacer mi propia mayonesa porque en nuestro supermercado no había ninguna que no tuviera azúcar. Tuve que buscar por todas partes para encontrar un bacón que no tuviera azúcar. Lo mismo ocurre con la salsa de tomate, puedes encontrar alguna [sin azúcares añadidos] pero tienes que buscar mucho. Ahora compro mayonesa y bacón, pero sigo sin comprar pan. Horneo mi propio pan tanto como puedo”

Pero el esfuerzo, asegura, mereció la pena. Schaub no buscaba adelgazar. Ningún miembro de su familia tenía sobrepeso antes de comenzar el reto. Pero la renuncia al azúcar tuvo efectos importantes sobre su cuerpo. “Nos sentimos más sanos y parecía que enfermábamos menos, nuestros resfriados eran más leves y mejorábamos antes. Mis hijos perdieron bastantes menos días de escuela”.

Los primeros meses fue duro prescindir del dulce, pero pronto dejaron de echarlo de menos. “Nuestros paladares cambiaron con el tiempo”, explica la periodista. “Las cosas dulces nos empezaron a saber distinto y, al cabo del tiempo, eran realmente repelentes. Algunas cosas que normalmente parecían apetitosas empezaron a resultarnos obscenas y desagradables”.

 

Durante el año de abstinencia, la familia Schaub llegó a un consenso: podían tomar un postre con azúcar una vez al mes, y si era tu cumpleaños podías elegir lo que querías comer. Pero al final dejaron de disfrutar de esta indulgencia. “Cuando comí la tarta de plátano que mi marido quiso tomar por su cumpleaños me di cuenta de que algo había cambiado”, reconoce Schauben Everyday Health. “No sólo no disfrute de mi trozo de tarta, no pude siquiera acabármela”.

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Vida después de la penitencia

“Ahora que nuestro año sin azúcar ha terminado, nos permitimos alguna indulgencia, pero la forma en que comemos es muy diferente”, asegura Schaub. “Apreciamos el azúcar en cantidades muchísimo más pequeñas, la evitamos en las comidas diarias y sólo tomamos postre en ocasiones verdaderamente espaciales”. ¿La recompensa? Sentirse más sano y más fuerte.

Schaun tiene claro que si queremos no sobrepasar la cantidad de azúcar diaria recomendada tenemos que hacer un esfuerzo por reducir enormemente la ingesta de determinados alimentos. “La gente no tiene que ser tan estricta como nosotros, pero les recomiendo que empiecen por ser más conscientes de la presencia de azúcar, para que tomen sus propias decisiones”, explica la periodista. “Todo el mundo puede comer lo que quiera, pero lo que no me parece justo es que esta sustancia, que no es inocua, esté tan presente en nuestra comida sin que lo sepamos”.

Nos sentimos más sanos y parecía que enfermábamos menos, nuestros resfriados eran más leves y mejorábamos antes

 

Fuente: http://goo.gl/2vEuXT

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