La carne: cuáles hay que comer y en qué cantidad

CARNE I

COMER BIEN Y CONTROLAR EL PESO

 

La guía definitiva de la carne: cuáles hay que comer y en qué cantidad

Uno de los alimentos básicos de nuestra dieta. Aprende a distinguir las propiedades de los diferentes tipos de carnes que hay en el mercado y cuáles son las más saludables según tus necesidades

¿Sabías que la ración de carne ideal debe ser el equivalente a la palma de nuestra mano?

Sabías que la ración de carne ideal debe ser el equivalente a la palma de nuestra mano, que la manzana es la joya de entre todas las frutas o que el hambre está en el cerebro y no en el estómago?

 

El doctor Antonio Escribano responde a estas y otras cuestiones en Aprende a comer y a controlar tu peso (Edit. Espasa).

 

Además, nos enseña a alimentarnos de forma sana y a evitar el sobrepeso, señalando aquellos alimentos indispensables en el día a día, qué cantidades debemos consumir a la semana y, sobre todo, los hábitos más saludables que tenemos que incorporar a nuestras vidas para llevar una dieta correcta. Recogemos aquí un extracto del libro en el que explica qué tipos de carne existen y cuáles son las más convenientes para el consumo habitual.  

 

Las carnes son alimentos plásticos que aportan proteínas –en una proporción del 15 al 23 por 100–, algunas vitaminas –como la B12– y minerales como hierro, potasio, fósforo y cinc, entre otros. Contienen grasas saturadas, cuya proporción depende del origen y preparado posterior.

 

Las carnes de aves, vacuno y porcino tienen un número de proteínas similares, variando su cantidad de grasa. Las menos grasas son las de vacuno, caballo, pollo –sin piel– y conejo. Y las más grasas son las de cerdo, cordero y pato. Debido a su contenido en grasas saturadas es muy importante elegir cortes magros de carne y retirar la grasa visible antes de cocinar el alimento.

 

La cantidad de carne que debemos aportar en la dieta es de unas cuatro raciones semanales, tomando como referencia una ración de unos cien o ciento veinticinco gramos de peso. Este equivale más o menos a un filete del tamaño de la palma de la mano.

 CARNE II

Carnes rojas y blancas

Las carnes se pueden clasificar en rojas y blancas. En realidad se diferencian básicamente por la cantidad de sangre que contienen, pero por esto mismo también por la cantidad de hierro que poseen.

 

Las blancas son fundamentalmente las de pollo, pavo o conejo, y las rojas son las de vaca, cordero, ternera y cerdo. La digestibilidad es la misma tanto en unas como en otras, y en el aparato digestivo no hay un proceso de digestión diferenciado para cada una.

 

En este sentido, otro alimento últimamente denostado es la carne roja, a la que se le atribuyen gran cantidad de males, pero que lleva formando parte de nuestra dieta desde hace millones de años. De las cuatro veces que tenemos que consumir carne a la semana, al menos una vez debe ser de esta clase. Evidentemente en la cantidad recomendada y no en piezas de medio kilo.

 

Las vísceras

Las vísceras también aportan proteínas, pero además, en el caso de los riñones, corazón y, sobre todo, hígado, proporcionan gran cantidad de hierro y vitaminas. Otras, como los sesos o las criadillas contienen mucha grasa. Últimamente ha disminuido su consumo por el alto contenido en ácido úrico. Sin embargo, el hígado, en concreto, es un producto interesante que, sin abusar de él, aporta beneficios. Se recomienda tomar dos o tres veces al mes.

 

La hamburguesa

A veces se habla muy a la ligera y sin profundizar de la comida rápida como en el caso de la hamburguesa. En sus justos términos, la hamburguesa es carne picada con una determinada forma, nada más. Si la carne es de calidad y contiene poca grasa es un buen alimento. Y si el pan en el que la introducimos también lo es, no hay inconveniente en tomarla. Una hamburguesa con tomate, lechuga, carne, un poco de queso o incluso algo de kétchup no plantea ningún problema. Distinto es cuando le añadimos salsas, beicon y un largo etcétera de productos menos saludables.

 

Jamones y embutidos

El jamón serrano es un alimento procedente de las patas traseras o delanteras del cerdo; entra, pues, en el grupo de las carnes. Se obtiene a partir de la salazón y secado al aire, y el adjetivo de «serrano» viene por su tradicional cultivo en las sierras en las que las temperaturas son más frías, con lo que se favorece el proceso de curación.

El jamón york tiene el mismo origen, pero se obtiene por la cocción de la carne. Por tanto, tendría las mismas propiedades que estas.

 

Los embutidos son productos elaborados con carnes y grasa, mayoritariamente saturadas, a los que se añade sal, aderezos, hierbas aromáticas y especias de todo tipo como pimienta, pimentón, ajo, romero, clavo, nuez moscada, etc., dependiendo de las diferentes culturas y recetas –antiguamente se introducían (embutían) en piel de tripas de cerdo–. Luego se someten a un proceso de curación con el objeto de poder ser conservados durante largos periodos de tiempo. La elaboración industrial ha hecho que muchos embutidos de baja calidad contengan gran cantidad de sustancias añadidas, como la fécula de patata o la lactosa.

 

El consumo de embutidos ha de estar muy restringido, precisamente por su contenido en grasas saturadas, colesterol y sodio. Hay que adquirirlos de la máxima calidad posible y considerar su consumo como una carne más –dentro de las cuatro veces que hay que tomar este producto a la semana–, aunque lo mejor es comerlos con prudencia, en cuanto a la frecuencia y la cantidad.

Hay embutidos tradicionales en nuestro país, como ocurre con la morcilla, que si se hace sin grasas, con pocos condimentos e incluso con arroz, es un buen alimento con mucho hierro y muy interesante en los problemas de déficit de este elemento. Los chorizos con pocas grasas –los de pavo, por ejemplo–, en cantidad moderada también son una buena opción para tomarlos de vez en cuando.

 
Fuente:    http://goo.gl/723Qtv
Leer Más:       https://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Escribano

 

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