Con lo rico que está un buen chuletón y ya estamos, dirán algunos, aguando la fiesta. Es lo que hay, en España comemos una gran proporción de carnes que han sido relacionadas con enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Más del 70% de la carne que consumimos son carnes rojas o procesadas. Estas últimas, las más peligrosas, suponen casi una cuarta parte, según se extrae de la base de datos de consumo en hogares del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA).
Estos datos reflejan solo lo que comemos en casa. La media anual última disponible, correspondiente a 2013, nos dice que cada español metió en su cuerpo unos 53 kilos de carne. Esto suponen unos 147 gramos diarios que equivalen a un hermoso filete de ternera, media pechuga de pollo (sin cocinar) o a diez rodajas de chorizo.
La clave está en el tipo de carnes que comemos y los diferentes cortes de cada animal. Las recomendaciones de expertos basculan entre los 300-500 gramos semanales de carnes rojas. Ahí se incluyen la ternera, el cerdo y el cordero. Por encima de esa cantidad algunos estudios científicos ya lo consideran favorecedor de determinados tipos de cáncer o de problemas cardiovasculares. No obstante, todos estos riesgos se reducen si optamos por los cortes más magros.
Según los datos de la encuesta del MAGRAMA, a la semana comemos más de 700 gramos entre carnes rojas y procesadas. En efecto, nos pasamos de las raciones aconsejadas. Nos sobran un par de filetes por semana. O tres chuletas de cerdo. O esa ración de chuletitas de cordero. Ya paro.
En suma, casi la mitad de la carne de toda la que consumimos es roja [descargue aquí los datos]. Otro 24% lo dedicamos a las carnes transformadas, es decir, los apreciados embutidos ibéricos (o el serrano a secas), el tocino o las salchichas, entre otros. Y este tipo de alimentos están más relacionados aún con el riesgo de cáncer que la carne roja, según explica la ONG británica Cancer Research UK.
Baja el gasto y se mantiene el consumo
En los últimos seis años la cifra global de consumo de carne en España se ha mantenido. También en niveles generales el gasto en carne de los hogares se ha reducido paralelo a la caída de los precios.
Pero si ahondamos en los diferentes productos hay variaciones que muestran tendencias en nuestros hábitos alimenticios. Por ejemplo, el precio de la carne congelada se ha reducido en los últimos años, al tiempo que ha aumentado su consumo. También recurrimos más desde hace un par de años a las carnes transformadas, que han bajado igualmente de precio.
Por último, hay otros dos productos que revelan cambios de hábitos. Por un lado el pavo, que apenas ha variado de precio pero cuyo consumo es más del doble ahora que en 2004 (1,6 kg por persona en 2013). Y en sentido contrario la ternera y el vacuno, que no han visto caer sus precios y de las que hemos reducido la dosis.